Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
- Formación. El arte literario
Académicos,
directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas
funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí
no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina
En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Son válidas algunas preguntas a propósito de estas escuelas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, quien dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas. En todas hay autores, hay muchachos que han ganado premios, profesionales de la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.