De Fornicare Angelorum por Guillermo Vega Zaragoza
Dicen los chinos, que son hombres sabios: “Para hacer
sopa de liebre, primero necesitas tener la liebre”, porque sabían que a
veces es muy difícil atrapar una liebre; por eso, cuando no se puede
conseguir una, algunos vivales la sustituyen por un gato, que sabe igual
aunque su carne es más dura. Esto viene al caso, a pesar de que no lo
parezca, porque si quieres fornicar con un ángel, lo primero que tienes
que hacer es conseguir uno y eso no es asunto menor, ya que una liebre
la puedes cazar tú mismo con una escopeta o comprarla en el mercado de
Sonora, pero un ángel no se encuentra en cualquier esquina. (aunque
algunas mujeres que esperan en las esquinas parecen ángeles caídos del
cielo, pero no hay que dejarse engañar: son falsos ángeles, hacen sufrir
y además cobran sus favores). Atrapar un ángel no es tan fácil como
atrapar una liebre, porque antes de atraparlo, tienes que verlo y luego
hacer que se materialice, porque, como todos sabemos, los ángeles son
seres de espíritu (no tienen cuerpo, pues), pero pueden tenerlo si
quieren, y convivir (y hasta cohabitar) con los mortales.
Hay dos formas para hacer que se aparezca un ángel.
Una, tarareando entonadamente las primeras notas de la Pequeña Serenata
Nocturna de Mozart (sí, las de tan, tan-tán, tan-tan, tan-tan-tan-tán)
en una medianoche de luna nueva. Esto lo sé porque, platicando después
de hacer el amor con una violinista de 19 años, que podría ella misma
hacerse pasar por un ángel, llegamos a la conclusión de que si los
mortales pudiéramos escuchar una conversación entre ángeles, nos
parecería como si fuera música compuesta por Mozart. De hecho, se dice
que Mozart fue un ángel que cayó del cielo y que allá arriba se tardaron
mucho tiempo en echarlo en falta, pero en cuando se dieron cuenta se lo
llevaron de inmediato. Lo extraño aquí es por qué al buen Amadeus no le
crecieron alas como a todos los ángeles. Existe la hipótesis de que la
atmósfera terrestre no es propicia para que se desarrollen estos
apéndices aéreos, aunque a algunas mujeres nada más les das tantitas
alas y ya quieren su casa aparte.
Pero estábamos en la música de Mozart. En efecto, en
realidad no se sabe qué es lo que uno comunica al tararear las
susodichas notas, pero debe ser algún tipo de contraseña, porque apenas
llevas unos cuantos segundos con la tonada y puedes escuchar el aleteo
del ángel aterrizando. Aquí cabe hacer una aclaración: muchos creen
todavía que para hacer que los ángeles se aparezcan hay que rezar eso de
“Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de
día”, pero eso nada más sirve para avisarle al ángel de la guarda que
ya nos vamos a acostar, algo totalmente innecesario, como si los ángeles
no supieran cuáles son sus deberes. Por otra parte, resultaría de muy
mal gusto andarse cogiendo al propio ángel de la guarda, (sería una
combinación muy perversa de narcisismo y onanismo), ya que, además de
que se parece mucho a uno mismo a fuerza de estar junto a nosotros desde
que nacemos, nos conoce mucho mejor de lo que nosotros mismos nos
llegaremos a conocer, de tal modo que las posibilidades de esconder
nuestras verdaderas intenciones al convocarlo son muy remotas. Y
pensándolo bien, a final de cuentas: ¿qué puede tener de excitante coger
con el mismo ente con el que dormimos todas las noches?
La otra técnica para ver a un ángel es tomándolo por
sorpresa. Con frecuencia los ángeles andan revoloteando alrededor de los
mortales. Algunos los confunden con mosquitos; los más sensibles pueden
percibir la presencia angélica de inmediato, lo cual los hace voltear a
un lado como si alguien los estuviera mirando por encima del hombro. El
chiste es que, cuando sientas esa presencia, voltees de inmediato hacia
la izquierda y con suerte podrás ver a un ángel. Aquí hay que tener
cuidado porque si giras la cabeza muy violentamente te puede dar un
torzón en el cuello y esa no es la intención. Desde luego, al principio
parece que no hay nadie y empiezas a dudar de tu cordura, pero eso se
debe a que cuando los ángeles se ven descubiertos por un mortal se
quedan muy quietecitos, agazapados, sin mover ni una pluma de sus alas.
Si entrecierras los ojos y los vas abriendo lentamente, podrás verlo,
aclarándose poco a poco, como si fueras sintonizando un canal de
televisión con mala recepción. En cuanto les miras a los ojos saben que
están perdidos, que ya son visibles y entonces se hacen los simpáticos.
El problema es que los mortales no podemos entenderles gran cosa, porque
como ya dije, sus palabras nos parecen música de Mozart.
El siguiente paso es hacer que el ángel se
materialice para poder atraparlo y aquí sí sólo hay una forma. Como son
medio despistados, no se dan cuenta en dónde andan regando sus plumas y
se quedan como hipnotizados cuando ven caer una, creyendo que es suya.
El truco es que dejes caer enfrente del ángel una pluma de ave (de
gallina puede servir, aunque las mejores son las de cisne, que se
parecen bastante a las de ellos). Él se quedará embelesado viendo cómo
cae lentamente la pluma y tratará de atraparla exactamente antes de que
toque el suelo. En ese momento, en ese exacto momento, no antes ni
después, debes tomar al ángel de la muñeca y sujetarlo con firmeza.
Entonces ya lo tienes atrapado. Para tener éxito en esta faena hay que
entrenar bastante, ya que un movimiento en falso puede tener graves
consecuencias. Dicen que Lutero entrenaba para esto tratando de atrapar
moscas y que en una de ésas se le cayó la vela sobre la bula papal,
reduciéndola a cenizas, y que por eso no tuvo más remedio que iniciar la
Reforma protestante.
Pero estábamos en que ya tienes atrapado al ángel,
bien sujeto de una muñeca. Es posible que ofrezca algún tipo de
resistencia, aleteando frenéticamente tratando de zafarse sin éxito,
pero es necesario recordar que los mortales somos más fuertes que ellos
puesto que hemos cultivado mejor nuestros músculos en este mundo y los
ángeles no saben de gimnasios ni pesas ni aerobics, así es que no tienen
escapatoria. Una vez que se ha tranquilizado y resignado a su nueva
condición de presa, lo siguiente es detectar de qué tipo de ángel se
trata. Como es de todos conocido, en la actualidad los ángeles no tienen
sexo. Hubo un tiempo, muy al principio del mundo, en que sí lo
tuvieron. Incluso podían materializarse a voluntad y convivir con los
humanos como si maldita la cosa. Pero se dio el caso de que algunos
ángeles varones sucumbieron ante los encantos de las mujeres mortales y
tuvieron un intenso intercambio carnal. El producto de esta aberración
celestial fueron los gigantes, que poblaron y dominaron la tierra
durante siglos, hasta que el líder revolucionario de los mortales
conocido como David descalabró de un hondazo al presidente de los
gigantes que se llamaba Goliath. Entonces, Dios decidió hacer una
reforma radical entre las huestes angélicas. Les quitó el sexo, les
prohibió que se materializaran sin motivo ante los mortales y les impuso
un reglamento interno más severo que el de la academia militar. Desde
luego, aunque Dios es perfecto, a veces se le pasa algún detalle, por lo
que todavía andan por ahí ángeles con sexo que siguen cohabitando con
los mortales. Los productos recientes de esas uniones
humano-celestiales, ya no son gigantes, sino que les da por ser poetas
malditos y hacer cosas extravagantes como casarse con una puta negra y
contagiarse de sífilis, o escribir poemas portentosos a los 19 años y
luego irse a comerciar esclavos a Abisinia. Sin embargo, si tienes la
suerte de atrapar a uno de estos ángeles con sexo, lamento informarte
que es él quien te va a coger, ya que todos estos ángeles con sexo son
masculinos, aunque no se descarta la posibilidad de que de tanto
convivir con los mortales se les hayan pegado algunas malas mañas y
resulte que son de ida y vuelta. No obstante, lo más probable es que te
topes con un ángel sin sexo, por la sencilla razón de que son más. De
acuerdo con el último censo angélico, que se realizó entre los siglos
XII y XIII de nuestra era, y cuyos resultados se publicaron hasta el
XIV, en el inicio del universo las huestes celestiales sumaban 301
millones 665 mil 722 integrantes, de los cuales 133 millones 306 mil 668
son ahora ángeles caídos; es decir, trabajan en el bando luciferino.
Pero dejemos la estadística y continuemos con lo
nuestro. Como decíamos, a pesar de su perfección, hasta al cazador
supremo se le va la liebre y, aunque les quitó el sexo, mantuvo
inalterados los rasgos sexuales secundarios; es decir, nos podemos
encontrar con ángeles que alguna vez fueron femeninos o angelesas, razón
por la cual conservan sus senos celestiales (esto debe entenderse
literalmente, aunque es posible encontrar mujeres mortales cuyos senos
nos pueden parecer celestiales pero en sentido figurado). Esta es la
explicación de las desarrolladas glándulas mamarias del Ángel de la
Columna de la Independencia del Paseo de la Reforma. Lo ideal sería
atrapar, entonces, a un ángel de los que alguna vez fueron femeninos,
pues besar los senos y succionar los pezones de un ángel no es una
experiencia que deba despreciarse si se tiene la oportunidad, pero si te
toca uno masculino, tampoco tendrías por qué hacerle el feo. Se trata
de efebos bellísimos (los creó el mismísimo Dios antes que a los
hombres) y son muy entretenidos. Aquí cabe aclarar también que los
ángeles siempre andan desnudos, pues no tienen nada de qué avergonzarse,
ya que no han cometido ningún pecado ni sienten frío ni calor; por lo
tanto, todas esas representaciones de ángeles con túnicas blancas o
armaduras son meros delirios de los pintores medievales y renacentistas.
Pero supongamos que atrapas una angelesa. En primer
lugar, te parecerá algo muy próximo a una muñeca Barbie con alas, por la
sencilla razón de que, digámoslo científicamente, tiene clausurado el
coño. Como resulta evidente, ante esta pequeña eventualidad, para
cogérselo sólo queda un camino. En este punto cabría preguntarse acerca
de la función fisiológica del culo de los ángeles, pero al parecer la
única explicación es que así lo quiso Dios y a estas alturas no estamos
para andar cuestionando las razones divinas. Sin embargo, es conveniente
hacer hincapié en su naturaleza. A pesar de que pudiera haber sido
penetrado muchas veces antes, el culo de un ángel siempre nos parecerá
inmaculado. Los que han sido obsequiados con la bendición de atestiguar
semejante espectáculo cuentan que no se compara a ningún tipo de
esfínter humano imaginable. Sin embargo, son muchos los que desean y muy
pocos los que alcanzan.
El problema ahora es cómo hacer que se empine, pero
esto queda al propio ingenio personal, pues los ángeles, a pesar de ser
entidades celestiales, son bastante ingenuos y fáciles de convencer. Por
eso no extraña que muchos de ellos se hayan dejado embaucar por Luzbel,
que era un ángel un poquito más listo y ambicioso, para que lo
siguieran en su loca aventura de tratar de derrocar al Big Boss.
Lo que si no podemos dejar sin explicación es el
asunto de las alas, pues es necesario aprender a lidiar con ellas para
que no estorben durante el proceso sodomicatorio. Las extremidades
aéreas son las partes más sensibles de un ángel. Cualquier leve roce les
hace sentir dolores indecibles y pegar unos berridos estremecedores,
como si los estuvieran desollando. Por ello hay que tener mucho cuidado y
no sucumbir ante la tentación de utilizar las alas del ángel como
agarraderas a la hora del fornicio. Reconozco que esto de no tocar las
alas resultará muy difícil, sobre todo porque una vez que ha sido
penetrado, el ángel entra en una especie de rapto frenético y empieza a
aletear, como queriendo emprender el vuelo. Algunos lo logran, pero
brevemente, por lo que no conviene no asustarse ante la posible
eventualidad de que tus huevos pudieran irse al cielo con todo y ángel,
pues se trata de una sensación momentánea. Por otra parte, existen
evidencias de que cuando se les está cabalgando, algunos ángeles se
ponen parlanchines y empiezan a contar historias ininteligibles para
nosotros los mortales, por lo que nos parece que están entonando una
ópera en polaco.
Una vez que hemos saciado nuestros instintos mortales
en el receptáculo celestial del ángel, se recomienda entonar juntos y
completo el Concierto para Clarinete de Mozart, que es lo que prefieren
hacer los ángeles después de fornicar, en lugar de fumarse un cigarro y
platicar sobre su vida y sus anteriores parejas. En caso de que uno se
quede dormido, arrullado por la voz del ángel, es recomendable dejar la
ventana abierta para que pueda irse silenciosamente.
Para concluir, es necesario hacer una advertencia.
Los ángeles se ponen furiosos si no se sienten satisfechos después del
intercambio de fluidos con un mortal. Ante la cada vez más disminuida
capacidad amatoria del hombre moderno (ya saben: es culpa del estrés, la
contaminación, los alimentos transgénicos, etcétera), el índice de
insatisfacción angélica ha aumentado considerablemente en los últimos
años. Por lo que si éste es el caso, la venganza celestial es
implacable. Para empezar, te hacen dormir profundamente; cuando
despiertas, tienes un indecible dolor en las gónadas y crees que todo
fue un sueño y que sólo podrás coger así en el cielo, cuando hayas
muerto. Entonces puedes pasarte la vida buscando una mujer que se
parezca al ángel, porque crees que la visión del sueño fue un mensaje
divino. Puede que nunca encuentres a esa mujer con cara de ángel, o
puede ser que sí la encuentres y no dudes en casarte con ella. Allí
comenzará el infierno y se habrá cumplido la venganza del ángel. Por
todo ello se recomienda tener mucho cuidado y no andar dando gato por
liebre en tratándose de coger con un ángel.
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