Julio Cortázar, una vida plena

por Omi Fernández
Julio Cortázar es uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX. Su nacimiento tiene lugar en la embajada argentina en Bruselas (1914), sus padres eran argentinos y vuelven al país cuando ya contaba cuatro años, instalándose en la localidad de Banfield (Bs. As.).
Su padre los abandonó, y pasó su adolescencia y juventud con su madre y sus hermanos. Años más tarde, él diría que no le interesaba ver al padre porque nunca se preocupó por ellos.
Realiza sus estudios secundarios en la Escuela Normal Mariano Acosta, para luego ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras, al tiempo que profundiza sus estudios de francés e inglés, obteniendo  el título de traductor público en ambas lenguas en 1948.
Ejerce la docencia en colegios de las localidades de Bolívar y Chivilcoy para luego trasladarse a la Universidad de Cuyo donde dicta cátedra de literatura francesa y debido a sus discrepancias con el peronismo, en 1945 renuncia a su puesto de profesor, dedicándose a vivir de las traducciones, ya había participado  activamente en marchas opuestas al gobierno.
Por esa época, había publicado los libros de cuentos “La otra orilla” y “Casa tomada”  también una novela “El examen” para la cual no consiguió editor. En estas primeras obras firmaba con el seudónimo de Julio Denis.
Luego gana una beca para el estudio comparado de la literatura francesa e inglesa, organizada por el gobierno francés a la que también se presentó Aurora Bernárdez,  y en 1951 se radica definitivamente en París, donde se casarán dos años más tarde.
Ambos trabajan para la UNESCO. Este matrimonio se mantendrá por alrededor de diez años, aunque, pese a la separación, ella continuará siendo una amiga dilecta con quien conservará una estrecha relación hasta su muerte.
Aurora es hija del maravilloso poeta Francisco Luis Bernárdez autor de “La ciudad sin Laura”, entre otros poemas de gran lirismo.
Traduce a Chesterton, y otros escritores prestigiosos, pero es por la traducción de toda la obra en prosa de Edgar Allan Poe que su dimensión como traductor literario se agiganta. Aunque esto de por sí es un gran mérito, la grandeza de Cortázar reside en su obra ficcional. Tanto sus libros de cuentos (Bestiario, Final del Juego, Historia de Cronopios y de Famas, El Perseguidor, etc.) como sus novelas (Rayuela, Los Premios, El libro de Manuel, 62 Modelo para Armar, etc.) logran amplio reconocimiento de crítica y de público y son traducidas a muchos idiomas.
Cortázar crea en su novela Rayuela, a La Maga, un personaje que se insertó en el imaginario colectivo de las mujeres de fines del ’60 y principios del ’70. Se veía a las jóvenes leyendo pasajes de esta novela, tanto en el subterráneo como en cualquier colectivo. No había veinteañera que no quisiera ser La Maga. Fue un verdadero éxito literario que coincide con el llamado boom latinoamericano, al que Cortázar pertenece así como el colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa, el uruguayo Juan Carlos Onetti y el mexicano Carlos Fuentes.
Una coincidencia de escritores jóvenes que se atrevían a buscar formas nuevas, enraizadas con los valores y la historia de Latinoamérica, proponiendo, a la par, un compromiso político con la realidad de cada uno de sus países. Hasta ese momento los grandes novelistas franceses, ingleses y rusos que crearon el género novela en el siglo XIX, habían sido los parámetros a seguir. El boom de escritores latinoamericanos es una bocanada fuerte de aire nuevo, que modifica la novela de la segunda mitad del siglo XX. 
Argentina era en ese momento, un campo fértil para todas las expresiones artísticas, recordemos que en el ’58 había sido creado el “Instituto Di Tella”, que difundía y fomentaba creaciones de vanguardia tanto en poesía, como en teatro, literatura, música y plástica. Este fervor en las artes era acompañado por una participación en las ideologías de izquierda cuyo máximo exponente en América Latina era la Revolución Cubana. El declaró en varias oportunidades que fue en su visita a Cuba cuando tomó conciencia de su débil participación en los problemas latinoamericanos, y fue a partir de ese momento que se involucra con los conflictos de estos países, en especial con el de Nicaragua.
Cortázar se casa en 1979 con Carol Dunlop, una escritora canadiense que conoce en una gira de conferencias dictadas en EEUU y Canadá. Con ella escribirá “Los autonautas de la cosmopista”  un relato sobre un viaje de 33 días realizado entre París – Marsella que nos revive el alucinante relato de “La Autopista del Sur” que él escribiera muchos años antes.
Su adhesión a la lucha por la libertad de los pueblos latinoamericanos, lo hace donar los derechos de autor de su novela “El libro de Manuel”, para los presos políticos de Nicaragua. Igual proceder adopta cuando se publica “Los autonautas de la cosmopista”.
Durante años su imagen había sido criticada por quienes no profesaban su ideología política, incluso llegó a decirse que se había afrancesado, cuando el motivo de que arrastrara las erres, se debía a un problema en el frenillo.
Sin embargo, en el año 1983 cuando viaja a Argentina, ya enfermo para visitar a su madre, el público lo reconoce y saluda. Su obra había ganado las calles.
Su relación con Carol fue breve e intensa, basada en el amor y en una afinidad intelectual que no mermó la gran diferencia de edad entre ellos.
Ella fallece en 1982, cuando el 14 de febrero de 1984, muere él,  lo entierran en el cementerio de Montparnasse, junto al cuerpo de Carol Dunlop.
Una larga fila de asistentes, con una rosa roja en la mano, se prepara para  despedirlo. La primera flor la arroja Aurora Bernárdez, quien fuera su esposa por algunos años y su amiga de siempre.
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